En resdiència 2024-2025
Joaquín Collado está En Residència en el Institut Martí Pous (Sant Andreu) con alumnos de 2º de ESO y acompañado de las docentes Ana Pérez Rosas y Judith Castillo.
Bailamos para estar junt_s
Ya no se baila juntos. Los bailes en pareja hace tiempo que quedaron caducos o desplazados a convenciones como clases de tango o salsa. Pero cuando se sale a bailar, lo cierto es que se baila a solas. Tanta es la emergencia de apaciguar el ruido que nos rodea, que lo que buscamos es abstraernos, desbordar los contornos del cuerpo individual a través de la catarsis colectiva, pero bailando solos, tú con tu cuerpo y yo con el mío. ¿Dónde quedó el encuentro a través del baile? ¿Cómo bailar con la otra, en la escucha con la otra, en la afectación con la otra, en fin, en el bailar juntas, en plural? ¿Cómo, a través del baile en pareja, interactuar con el otro, sin entender el cuerpo como un objeto a disciplinar, a mesurar, a sexualizar, sino más bien como a un sujeto singular con un tono, una fuerza, unas tensiones y cadencias internas, y una percepción del mundo diferentes a las mías? ¿Cómo, en esas diferencias, bailar escuchándonos en una negociación de fuerzas, que no es un enfrentamiento sino una colaboración? ¿Cómo bailarnos, girar, saltar, desplazarnos por el espacio, entendiendo que ese espacio entre tú y yo no separa dos cuerpos, sino que, dado que somos sujetos inacabados, nos trenza, nos atraviesa, nos afecta? Y entendiendo que nadie acoge un poder de decisión sobre el otro, sino que, precisamente, es en esa escucha y en ese espacio, en el que somos y estamos juntas, donde se da el baile.
Los objetivos de esta práctica son, a través del bailar en pareja y ocasionalmente en grupo, producir una tierra fértil para que se dé un encuentro que tiene que ver con la escucha, con los saberes entre dos cuerpos, con los afectos y los sentires, y con la percepción de mi cuerpo, del cuerpo del otro, y del espacio. También aparece el deseo de movilizar formas y estereotipos que, y sobre todo en la adolescencia, nos impiden imaginarnos y relacionarnos de otras maneras, y nos adolecen directamente en el cuerpo, nos articulan incluso fisionómicamente.