Álvaro
Frutos

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ÁLVARO FRUTOS es un curioso indomable que se interesa por todas las cosas del mundo, especialmente por las cosas pequeñas y por aquellos fenómenos que suponen un reto para sus carnes. Se marcha muy joven a Francia para terminar su formación y trabajar en la CIE. Coline. Esta circunstancia le permitió colaborar en proyectos con Emmanuel Gat, Les Ballets C de la B, Matilde Monier y Thierry Thieu Niang, entre otros. Ahora, además de hacerse cargo de sus proyectos en LOS NEGROS (que no es poco), está involucrado en proyectos de Daniel Abreu, Aitana Cordero, Lipi Hernández, entre otros; además de trabajar como pedagogo en diferentes centros públicos y privados.

2018
Residencia de creación

Una merienda de negros

Este proyecto llevaba en el aire varios años. Estaba en estado gaseoso como una intuición caprichosa que iba y venía dejando tras de sí retazos de información, rastros de algo que solo se podía sospechar. Ahora después de todo este tiempo ha llegado por fin el momento de ponerse a ello.

Un cuerpo solo. Un cuerpo solo, ensimismado en un detalle. Un cuerpo solo ensimismado en un detalle de las cosas pequeñas del mundo. Un cuerpo solo, ensimismado, que se lanza a bailar. Bailar canciones de amor.

Esta es la imagen que ha servido de punto de arranque para este proyecto de investigación que se va a desplegar en tres campos. Por una parte, nos acercamos al movimiento como sonido: un bailar que se transforma en cantar, en un fenómeno físico que produce melodías encargadas. Por otra parte, la voz capaz de convertirse en un decir, en un pronunciar los detalles de lo amoroso. Y por último la palabra, una palabra que interrumpe y crea presencias, que invoca a quienes habitan en lugares no siempre visibles.

Jaime Conde-SalazarPablo Herranz y Álvaro Frutos llevan cabalgando este proyecto desde 2016. Ahora nos descubrimos empeñados en la faena. En Mayo de 2018 nos reencontramos para continuar con nuestro proceso en La Caldera (Barcelona).

La expresión “merienda de negros” hace referencia, de una forma descaradamente incorrecta, a un estado de intenso desorden y profunda confusión. No es el caos. Más bien se trata de una celebración que se desata llevándose por delante todo lo conocido y dejándonos asomados al borde del abismo. El lenguaje legitimado no sirve. Pero la voz es necesaria para un decir que es más un cantar; el cuerpo hace falta para un bailar que es más un follar; y el verbo aparece para un escribir que es más un caer.

Tres hombres, tres criaturas entregadas a una labor paradójica: acompañar un solo. La tres están a lo mismo aunque cada una se ocupe de su labor. No hay personajes como tampoco hay narración. Solo hay un ocuparse de proveer a la escena la acción amorosa para que suceda el milagro. Una más una más una no da como resultado tres sino un uno compuesto de varios cuerpos. Un único cuerpo múltiple entregado a la escucha de lo que viene, de un provenir luminoso que está asomando el hocico.